• Escríbenos a nuestro Whatsapp: 316 764 20 88

El cerebro infantil, ¿una esponja?

En muchas ocasiones, me da la sensación de que a los niños les robamos su infancia, exponiéndolos tan pronto, ya desde bebés, a un sinfín de estímulos, actividades y, por tanto, exigencias en su aprendizaje, sin saber muy bien con qué objetivo.
Cómo vamos a perder la oportunidad de que nuestros hijos aprendan inglés y chino, si en esta etapa son esponjas?», me decía una madre a la salida de una reunión de padres de la escuela infantil.

Así no les pasará lo mismo que a nuestra generación. La cantidad de oportunidades que nosotros hemos perdido por no dominar los idiomas», proseguía.

He leído que la estimulación musical y el ballet son actividades enormemente beneficiosas y productivas para su desarrollo inte- lectual e integral. Ya sabéis que la evolución cerebral es enorme en los primeros años de vida.» A esta afirmación de esta madre tan instruida e ilustrada le seguía una pregunta a la directora de la escuela: «¿Es ampliable el horario de estas actividades a la tarde? Nos gustaría apuntar a nuestra hija a estos talleres para que probase».

Os voy a pasar el link de un vídeo que podéis encontrar en YouTube que enseña a los niños el aprendizaje de los colores. Es dinámico y entretenidísimo, mi pitufa se queda pegada frente a la pantalla. Le encanta.»
El estupor que me produce presenciar esta conversación no es porque su contenido o parte de las afirmaciones que esta madre vierte sean verdaderas o falsas. Los niños, ciertamente, en esta etapa, en sus primeros años de vida, tienen una gran capacidad de aprendizaje.
Los beneficios de la estimulación musical, entre otros muchos, están en potenciar el vínculo del bebé con sus progenitores, favorecer la integración al mundo, proporcionar seguridad, facilitar la expresión de sus sentimientos afectivos, fomentar el desarrollo de la memoria visual y auditiva, aumentar las capacidades motrices, etc. Pero, sobre todo, en disfrutar.
No se juzgan los efectos tan positivos de estos aprendizajes a los que esta madre ha aludido. Lo verdaderamente sorprendente es que todas estas frases las pronunciase la misma persona, y esa iniciativa por estimular fuera en una misma dirección, hacia su hija. Su «pitufa», que todavía no había cumplido ni los dos años de vida.
Esta misma niña acude cada sábado, llueva, truene o pase una mala noche, a la piscina para recibir sus clases de natación. Los domingos que tiene libres acude a disfrutar de los títeres, del teatro o una clase musical acompañada de los padres. ¡Qué divertido! Y ciertamente es así. Cada vez más, los padres disfrutamos de actividades conjuntas con nuestros retoños. Pero ¿esta madre se ha parado a valorar las consecuencias de sus acciones en la vida de su hija y en la suya propia?

Creedme si os digo que estas conversaciones son cada vez más frecuentes y los padres están convencidos de que esta manera de educar y entretener a sus hijos es la adecuada.
Qué maravilla, ¡cuánto podemos hacer por ellos! Pues entonces… hagámoslo, no perdamos oportunidad, si es bueno… ¡Adelante! No vayamos a perder el tiempo o quedarnos atrás. ¡Todo por mi hija!
! Alto! Un minuto para la reflexión. El cerebro de un niño no es una esponja. Y por mucho que pensemos que una esponja pueda absorber toda el agua que quiera, tiene su propio límite. No puede recoger más líquido que la que su propia capacidad permite, con
lo cual terminará por «desbordarse». Las esponjas con su excesivo uso también se degradan.
Su hijo puede sentirse desbordado, como nos ocurre también a los adultos, pero es incapaz de detectar lo que le pasa. La pregunta que podemos hacernos sobre nuestros hijos es si las personas que más los quieren y tienen la obligación de cuidarlos y protegerlos, con las que construyen un gran vínculo emocional, tampoco lo identifican, ¿qué mensaje les está llegando a estos niños? Los explotamos, les robamos su infancia, ¿qué les proyectamos?, ¿qué queremos hacer de ellos? ¡Ojo con las expectativas que tienes sobre tus hijos!
Cada vez más, en las escuelas, los maestros de educación infantil avisan a los padres sobre el cansancio, las horas de sueño insuficientes y las actividades frenéticas de las que participan los niños. Detectan nerviosismo, inquietud y es frecuente que los lunes pregunten a sus progenitores: «¿Qué ha pasado este fin de semana?», y afirman lo siguiente: «Este niño está muy nervioso, parece que se ha pasado de vueltas». Los maestros perciben que los niños no descansan lo suficiente y que tendemos a acoplar a los hijos al ritmo de vida de los padres, a veces  a una vida social demasiado intensa”.
(“Niños sobre estimulados” Alicia Banderas)