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“ESTE ES EL ACUERDO DEFINITIVO. NO VA HABER MÁS NEGOCIACIONES Y NO VA A HABERMÁS ACUERDOS”: ENRIQUE SANTIAGO

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El abogado español Enrique Santiago,como asesor jurídico de las Farc ha participado activamente durante todo el proceso de negociación, incluida la última etapa en la que según él se recogieron más de 100 propuestas del No para consolidar el Nuevo Acuerdo, que es el definitivo. Enrique Santiago le concedió esta entrevista, por via telefónica,  al portal español cuartopoder.es

— ¿Cuáles son los principales cambios de este nuevo acuerdo respecto al anterior?

— Se ha incorporado un número importante de propuestas del ‘no’, más de 100 en total, que tienden a precisar aspectos que en parte habían sido mal entendidos. En primer lugar, se señala que en el acuerdo no existe ninguna llamada ideología de género ni se pretende alterar el modelo de familia reflejado en la Constitución colombiana. Igualmente, se hace una reafirmación de que no se trata de sustituir el régimen político, sino de consolidar las instituciones democráticas. También se precisa que obviamente el acuerdo de paz no va a sustituir a la Constitución de Colombia. No podría hacerlo desde ningún punto de vista. Éstas eran las cuestiones que más se habían criticado. En materia de Justicia, que es otro de los temas hacia el que más reticencias habían mostrado los defensores del ‘no’, se han incorporado un total de 60 propuestas suyas, es decir, prácticamente un 70% de las propuestas que habían hecho. Eso ha permitido perfilar de una forma más precisa, por ejemplo, las relaciones de esta jurisdicción especial de paz con la Corte Suprema de Justicia y la Corte Constitucional, así como reforzar en varios aspectos la aplicación del principio de favorabilidad para las personas que sean sometidas a la competencia de esta jurisdicción. Es decir, darles el máximo de garantías y seguridad jurídica en su comparecencia. Luego, en materia de participación política, sobre la financiación del nuevo partido político, se han reducido hasta en un 30% los compromisos de financiación que existían en el anterior acuerdo.

— Uno de los temas más polémicos para la gente que defiende el ‘no’ es la participación política de las FARC. Esto se ha mantenido.


— ¿Han cedido lo suficiente las FARC como para poder inclinar la balanza de la sociedad que votó ‘no’?
— En cualquier proceso de paz, la esencia es el abandono de las armas por parte de los rebeldes para que puedan participar en política. Con lo cual, es una petición completamente estéril. Haría imposible cualquier proceso de paz si se pretende invalidar eso. De hecho, la rebelión se produjo entre otros factores por la imposibilidad de las fuerzas alternativas a los partidos políticos tradicionales colombianos de participar en política . La rebelión no puede concluir si no hay plenas garantías de participación. Añadir un elemento así carecía de sentido. Además, ésta es una cuestión que se zanjó por las partes incluso antes de que comenzara formalmente el proceso de conversaciones. En el proceso exploratorio que se inició en marzo de 2011 y luego en el proceso previo al proceso de paz, donde se discutió el marco general en 2012. Precisamente las dos condiciones previas que puso sobre la mesa la guerrilla de las FARC para iniciar las conversaciones fueron que en caso de llegarse a un acuerdo y dejar las armas, no los iban a asesinar, como ha ocurrido en la inmensa mayoría de organizaciones guerrilleras que han dejado las armas en Colombia. Y la segunda, que pudiera haber participación política. La pretensión de los defensores del ‘no’ de impedir la participación es toda una bomba contra la línea de flotación del acuerdo de paz. Admitir esa posibilidad equivaldría a impedir que hubiera acuerdo de paz. Esto era algo de lo que eran totalmente conscientes los defensores del ‘no’ cuando formulaban esta propuesta.

— La percepción y opinión de la sociedad colombiana, no me cabe duda, es que en todo el proceso, tanto en el último tramo como luego, tras todas las incertidumbres después del plebiscito del 2 de octubre, las FARC están siendo probablemente el elemento de las conversaciones que está actuando de una forma más política, correcta y pensando en el beneficio general de toda la sociedad. Piénsese que el plebiscito, si bien supuso una victoria electoral del ‘no’ por un 0,3% de los votos, en la práctica supuso un empate político entre el ‘sí’ y el ‘no’. Que en esta situación las FARC hayan aceptado introducir hasta 100 propuestas de los defensores del ‘no’ obviamente pone de manifiesto una amplia voluntad de consenso y de construcción de paz para que el proceso sea irreversible, aunque sea sacrificándose ellos y cediendo medidas que se consideran justas y se habían considerado en el primer acuerdo de paz.

— Llamó muchísimo la atención la victoria del ‘no’ en el referéndum. ¿Qué explicación tiene aquel resultado?

— El resultado es ajustado. Se debe a varios motivos. En primer lugar, a algo que se le advirtió al Gobierno colombiano desde dos años antes de concluir el proceso. Es absolutamente inviable pretender supeditar un acuerdo de estas características a una votación popular si antes no se cambian las políticas de comunicación sobre el proceso de paz. El Gobierno de Colombia ha venido manteniendo una política de propaganda de guerra, de denostar al adversario constantemente incluso hasta pocos días después de la firma del acuerdo. Repasando las portadas de los periódicos colombianos, el día 27 de septiembre, un día después del acto de la firma del acuerdo en Cartagena de Indias, todavía la prensa saludaba la noticia con amenazas a las FARC proferidas por el fiscal general. Es decir, un discurso muy poco propio de la finalización de un conflicto y la celebración de un acuerdo. Ha habido un fallo en las políticas de comunicación muy destacable. Y además muy advertido. Las FARC plantearon al Gobierno hace dos años que comenzaran a aplicar los protocolos diseñados por la UNESCO para relaciones entre proceso de paz y medios de comunicación. El Gobierno se negó a hacerlo.

En segundo lugar, el Gobierno no ha sabido explicar los acuerdos en la campaña del plebiscito. Ha seguido explicándolos como un acuerdo impreciso, construido frente a un enemigo del país. Eso hace que mucha gente se retraiga de apoyar el voto favorablemente. Luego además, los partidos que apoyan al Gobierno no han movilizado los recursos humanos, de militancia y activismo que tenían a su disposición para conseguir mayor participación electoral. También hubo una excesiva confianza pensando que el resultado estaba ya decidido a favor del ‘sí’. Suma además otros factores como una campaña del ‘no’ claramente manipuladora y tergiversadora, algo reconocido por el propio director de campaña del ‘no’, el señor Vélez. En una entrevista tres días después del plebiscito reconoció que habían diseñado una campaña con mensajes falsos que preocuparan a la población. Por ejemplo, se llegó a decir que la firma del acuerdo iba a suponer la eliminación de las pensiones de jubilación a los colombianos para dedicar esos recursos a pagar a los guerrilleros o que los exguerrilleros de las FARC iban a recibir cuantiosas sumas por parte del Estado. Lo cierto es que la suma de todas las ayudas para la reincorporación que van a recibir los guerrilleros , durante todo el tiempo, son inferiores al presupuesto de guerra en Colombia de diez días. Además de eso, el día del plebiscito el huracán Matthew atravesó toda la región Caribe de Colombia, que según todas las encuestas era la región más favorable al ‘sí’. Allí hubo una abstención 40 puntos más alta que en el resto del país. Resulta sorprendente que el período de votación no pudiera prolongarse en esa región. Han sido muchos errores, uno detrás de otro. Pero en el fondo ha habido un problema de concepción, que ya advirtieron las FARC desde el principio, algo que han dicho importantes juristas y académicos en todo el mundo. Cito por ejemplo al profesor Luigi Ferrajoli, la mayor eminencia en Derecho Penal en el mundo: “El derecho a la paz no es susceptible de consulta popular. Es un derecho fundamental.” Los derechos fundamentales, su aplicación, no dependen de la opinión que tengan en cada momento los ciudadanos influidos por muchos factores que pueden ser incluso de política interna, como por ejemplo la tramitación de una reforma fiscal ultraliberal que en estos momentos está llevando adelante el Gobierno de Colombia y que, sin duda, también puede haber influido en el plebiscito.

— Ahora mismo no está sólo sobre la mesa la opción de volver a hacer un referéndum entre la población, sino que se puede refrendar a través del Congreso.

— No había ninguna obligación de celebrar el plebiscito. De hecho, no era un acuerdo de la mesa. Fue una decisión unilateral del Gobierno, nunca estuvo sobre la mesa de conversaciones. Había un compromiso de refrendación pero debía discutirse cuál era el mecanismo. El Gobierno aplicó unilateralmente el plebiscito. Los presidentes en Colombia tienen las competencias necesarias para acordar cualquier acuerdo de paz. Por otra parte, también es una facultad del Congreso y el Senado. Este acuerdo deberá refrendarse, pero desde luego la opción más evidente y clara, después de todas las reformas que se han acordado y para que la refrendación sea rápida, es una votación en las cámaras, que son, a fin de cuentas, las instituciones donde reside la soberanía popular en Colombia.

— Entiendo entonces que no sería partidario de un nuevo referéndum.

— Un error no se arregla cometiendo el mismo error.

— ¿Y eso no puede generar algún tipo de conflicto si se ha visto que hay tanta gente en contra del acuerdo?

“En ningún país del mundo un acuerdo de paz se somete
a plebiscito”

— Hay tanta gente en contra como a favor. En la historia de Colombia ha habido más de 30 procesos de paz desde que este país se independizó. Es la primera vez que se ha sometido un acuerdo de paz a un plebiscito. Era algo absolutamente innecesario. En ningún país del mundo un acuerdo de paz se somete a plebiscito. Las sociedades nada más terminar la guerra no están en las mejores condiciones de objetividad como para pronunciarse sobre eso. Teniendo en cuenta que la diferencia fue de un 0,3%, si al acuerdo se han incorporado prácticamente el 70% de las reivindicaciones del ‘no’, lo que no se puede pretender es que se suplante la voluntad de ese otro 50% de los colombianos que ha votado a favor del ‘sí’.

— ¿Qué papel cree que tendrá la oposición política que defendió el ‘no’ representada, entre otros, por Álvaro Uribe?

— Los sectores sociales que optaron por el ‘no’ ya están manifestando su apoyo al nuevo acuerdo. Los que están siendo más reticentes y todavía no han mostrado el apoyo, aunque tampoco se han opuesto, son casualmente las fuerzas políticas que defendieron el ‘no’. Hay que tener en cuenta que el año que viene comienza un ciclo político completo, es decir, con elecciones presidenciales, municipales, parlamentarias, a cámaras legislativas de los departamentos, etc. La clara intención de las fuerzas políticas que defienden el ‘no’ es demorar al máximo alcanzar el acuerdo y su implementación para convertir todo lo relacionado con el acuerdo en material combustible para incendiar cualquier campaña electoral. Buena parte de este problema que ha habido en torno al plebiscito ha sido la confrontación de liderazgos entre el expresidente Uribe y el presidente Santos. Buena parte de los ciudadanos al votar en el plebiscito estaban mostrando su apoyo a uno u otro. En muchos caso se expresaban sobre cuestiones de política doméstica y no sobre el acuerdo de paz.

— ¿Confía en que esta vez es la definitiva? ¿Se implantará el acuerdo de forma rápida?

— Este es el acuerdo definitivo. No va a haber más negociaciones y no va a haber más acuerdos. La sociedad colombiana lo que tendrá que valorar es la importancia de este acuerdo y lo completo que es. No es que lo diga yo, lo han dicho académicos, centros de investigación, instituciones expertas en procesos de paz… todos han saludado el acuerdo como el más completo que ha habido en los últimos 30 años. Es un acuerdo más que óptimo, con todas las incorporaciones que ha habido es totalmente inclusivo. Lo que toca ahora es refrendarlo rápidamente y comenzar la implementación. Y esperar que no sea saboteada por las fuerzas que siguen oponiéndose a la paz en general y siguen defendiendo la guerra porque es una forma de vida para algunas personas y un buen negocio para otras tantas.

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