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No cedemos ante el terror, somos el terror

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Sitges. 20 de julio de 1957. El conservador Laureano Gómez y el liberal Alberto Lleras Camargo veían desde sus divanes las gaviotas que revoleteaban sobre una embarcación que regresaba al puerto luego de faenar durante toda la noche en las aguas del Mediterráneo. Gómez y Lleras eran huéspedes en España del dictador Francisco Franco. Los dos jefes políticos nunca habían disparado un arma de combate ni lanzado una bomba, pero sus discursos sectarios llevaron a la tumba a más de 300 mil pobres diablos nacidos en Colombia. Volvieron a Colombia a repartirse el botín durante 16 años. Sus herederos de sangre y partido siguen en las mismas.

En Colombia la violencia, siempre, llega desde las alturas del poder. Desde las alturas se ordenó la emboscada que costó la vida de Antonio José de Sucre, el Mariscal que sometió a los ejércitos del Imperio Español en el campo de Ayacucho. En una intentona parricida quisieron deshacerse del padre Simón Bolívar en Bogotá. Luego asesinaron a Rafael Uribe con un hacha. A Jorge Eliecer Gaitán lo mataron a tiros, lo mismo que a Luis Carlos Galán, Pardo Leal, Carlos Pizarro y un largo etcétera. ¿Cuándo irá a parar esto? ¿Vendrán más crímenes de igual naturaleza? Son algunas de las preguntas que se hacen muchísimas colombianas ante la insensatez de una élite política sin ideas y seducida por el fanatismo, la chismografía y el rencor.

Es una vergüenza el espectáculo de dimes y diretes que la elite política está brindando por estos días. Una sociedad atónita y mayoritariamente desinformada puede ser arrojada de nuevo al abismo por cuenta de unos cuantos personajes que pareciera importarles un comino que la gente se siga matando por estupideces. El necesario y sano cotejo ideológico es sustituido por una seguidilla de actos y señalamientos entre las distintas facciones de la elite política, económica y mediática.

Una elite política y económica que, a través de unos cuantos personajes públicos, está jugando con fuego. Las grandes masacres de la historia, incluida las nuestras, han comenzado a través de la retórica. La retórica retorcida y agresiva. Una retórica fácil de fertilizar en la Colombia actual. Son muchas las violencias que cohabitan en el territorio colombiano. Son muchas las armas que están fuera de control. Son muchos los que saben disparar y masacrar. Son muchos los territorios sin control estatal. La retórica que predomina al día de hoy puede desatar una violencia compleja, extendida e indefinida. Es una película que hemos visto otras veces.

La captura de Santiago Uribe a enceguecido a su hermano, el ex presidente Álvaro Uribe. Su reacción fue parecida a la del conejo que queda paralizado por el chorro de luz que emana de la linterna de un cazador nocturno, y segundos después salta sin saber adónde. El fiscal Eduardo Montealegre hace recordar a esos personajes nihilistas de Dostoievski que nunca se sabe que es lo que en realidad quieren. El procurador Alejandro Ordoñez asemeja a un cazador de patos que, armado de una escopeta de regadera, dispara a la bartola hasta que le pega un balinazo a un sobrino que viene con él. Los ministros del presidente Santos recuerdan a esos hombres que reciben de una mujer un beso y luego una bofetada. ¡Vaya personajes! ¿Hacia dónde nos quieren llevar?

No se ve bien que alguien de izquierda -como es mi caso- aconseje a gente de la derecha, pero esta vez lo haré porque me temo lo peor para Colombia y para la gente colombiana que – es de manual- llevará la peor parte en caso de que el barco se hunda: corten el rollo y no arruinen la vida de millones. A la izquierda es más difícil darles consejos porque cada militante es un ideólogo, pero lo haré: ustedes no son las responsables de esta pugna entre élites que están perdiendo oxígeno, pero en caso de que el asunto se desborde, recibirán heridas letales. Estamos todas y todos en terreno minado.

La serie House of Cards pareciera estar inspirada en la realidad colombiana: teléfonos pinchados, asesinatos políticos, robo de computadores, montajes judiciales, periodistas comprados, trampas y chantajes sexuales, demagogia partidista, corrupción política, falsedad e hipocresía, en fin. El pasado 5 de marzo se estrenó la cuarta temporada. El ultimo capitulo finaliza con una frase del inquietante Francis Underwood que podría caer como anillo al dedo a la elite que quiere empujar al país a un nuevo e incierto ciclo de violencia: «Nosotros no cedemos ante el terror, somos el terror».

 En twitter: @Yezid_Ar_D

Blog: https://yezidarteta.wordpress.com/author/yezidarteta/

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