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Salud emocional

¿Mamá, maestra sustituta?
No hemos terminado de celebrar día de la madre y llega 15 de mayo, Día del maestro o la maestra. Entonces vale la pena una reflexión…
Estamos terminando año escolar y valdría la pena preguntarse que tanto de ese año escolar fue un trabajo colectivo de casa, donde mamá término de maestra sustituta por la famosa creencia de que los estudiantes deben hacer tareas «supervisados» por la mamá, lunes, martes, miércoles, jueves y domingo para obtener buenos resultados. Entonces su hijo e hija se están educando con la peregrina idea de no ser capaces ni de pensar si no cuentan con la guía, orientación y supervivencia materna y acaso paterna. Es decir, con su profesor o profesora particular. ¿De dónde acá, se asumió la idea de que la mamá debe ser una maestra sustituta? ¿De dónde acá los colegios se lavaron las manos para solicitar que la casa «supla» falencias del aula de clase? Claro si un salón tiene 35 o 50 muchachos, ni que el maestro fuera General de la República para mantenerlos atentos o para poder trabajar una educación personalizada. Entonces, mamá «ayude» y supla lo que no se alcanzó a hacer dentro del salón de clase. Mamá, por favor, termine de explicar, revise cuadernos, corrija tareas, investigue con el muchacho, responda dudas. Pregunto, como por qué?
Los procesos educativos no están construidos, por principio, para obtener buenos resultados sino para aprender. Para equivocarse, para revisar, para que la dificultad enseñe. Si el objetivo es que el muchachito le presente al profesor una tarea «excelente» (para cuidar la nota) entonces, «alguien» (!) debe completar el proceso para que la tarea cumpla su cometido de excelencia. Pero lo anterior no es válido ni educativo, ni ético, ni genera responsabilidad en el estudiante. Las mamás (los profesores se habrán percatado de que la gran mayoría de ellas trabajan?) deben llegar de su jornada laboral no a disfrutar de sus hijos e hijas, sino a realizar otra función (maestra sustituta), encomendada por el colegio. Y claro, todo el proceso hogareño se altera. El cansancio del momento, la exigencia de la premura del tiempo, la revisión de deberes escolares, amén de la salida a comprar «el lápiz amarillo de punticos rojos» que exigió la profesora «para mañana» hacen muy tensa la jornada de hogar en las horas de la noche. Sí, soy consciente de que los colegios se quejan de la indiferencia paterna por los procesos educativos. Pero esa indiferencia no se puede «cobrar» obligando y presionando para que desde la casa se suplan falencias de la institución. Cada quién debe desempeñar su rol y es injusto con la mujer-madre exigirle también que «virtualmente» asista a clases. Sí, que rico que de vez en cuando se pueda acompañar el proceso o compartir una investigación o contestar preguntas. Pero de procesos esporádicos a procesos obligatorios hay una gran diferencia. Volverlo exigencia es un atropello que contamina todo el ambiente. Convierte al alumno en irresponsable (ni siquiera tiene necesidad de atender en clase porque en casa tiene «profesor particular»), se acostumbra a depender de la madre, se le crea la filosofía de que las tareas son para realizarse perfectas y no para equivocarse aprendiendo. Dañan la relación madre-hijo (quién no estaría a punto de sacar la toalla) y construyen un aprendizaje «falso» del estudiante porque en definitiva es la madre la que estudia y mastica. Además, impide que el colegio asuma su responsabilidad pedagógica y revise cuándo los niños o niñas no aprendan o no se sientan motivados a atender. Una modalidad, donde el remedio termina siendo más peligroso que la enfermedad. ¡Vale la pena seguirlo analizando! ¿Día de la maestra sustituta?
Por: Gloria Hurtado – Psicóloga